Luz Neón
Manuel Basaldúa Hernández
En tiempos de la segunda mitad del Siglo XX, la semana santa eran estrictamente días de guardar en Querétaro. Se evitaba escuchar la radio, no se ponía música en las casas, se evitaba salir a pasear, y las familias se dedicaban a cubrir las imágenes con mantos morados. No se trabajaba ni se efectuaban actividades ruidosas. Los “días santos” la gente se preparaba para asistir a la representación del lavatorio de pies, de las tres caídas y luego a la procesión del silencio. Las calles lucían totalmente vacías.
Las tres caídas más famosas eran en La Cañada y en Carrillo Puerto. La procesión del silencio era impresionante en el centro de la ciudad.
Cuando era niño, mi familia y yo viajábamos de la colonia Casa Blanca hasta Carrillo Puerto, en donde se llevaba a cabo “las tres caídas”. A La Cañada no íbamos porque quedaba muy lejos, y además teníamos familiares en Carrillo. Eran tiempos en que, los que participaban en esa representación eran anónimos, no había reportajes en los periódicos o entrevistas en la radio como lo hay ahora. En Carrillo Puerto nos íbamos al frente a la parroquia, ahí era el punto final de los que hacían la representación, después de recorrer varias calles para llegar a la plaza.
Y ahí nos amontonábamos todos para tratar de escuchar, porque al principio no había equipos de sonido, era a viva voz. Algunos años más tarde se incorporaron las bocinas radson, esas metálicas que sonaban agudas y chillonas, pero ayudaban a escuchar las palabras de Jesús, de María Magdalena y de los romanos juzgadores de Jesús.
Al termino de las tres caídas, nos reuníamos todos en la casa de nuestra Tía Pachita y de la Tía Lourdes. Se comía caldo de haba y tortas de camarón. Las aguas frescas eran de piña y Jamaica. Las mujeres se dedicaban a preparar esos alimentos y a servirlos. Con vestimentas compuestas por enaguas, faldas largas, velos y rebozos. Carrillo Puerto era una comunidad lejana de la ciudad en ese tiempo.
Rodeada de alfalfares y algunos cascos de haciendas en decadencia. ¿Por qué eran tan importantes las tres caídas en Carrillo? La mayoría de esa comunidad era fervientemente religiosa. Mas tarde, descubrí que muchos de esos habitantes habían pertenecido a los cristeros. Ese movimiento armado que surgió posterior a la revolución mexicana.
Querétaro en su desarrollo industrial y su dinámica económica con su fenómeno de inmigración laboral se está transformando de manera irreversible, una de esas facetas de transformación es la extinción de sus patrones religiosos y de cofradías, con la cual se disipa su historial agrario y campirano, debido a nuevas generaciones más urbanizadas, cambio generacional, con personas más cercanas al materialismo y al ateísmo o agnosticismo, personas más pragmáticas que espirituales. Mas flores de asfalto que flor de campo, con adoración al algoritmo.
El movimiento cristero, si bien tuvo su epicentro en Guanajuato con sus núcleos satelitales en Michoacán y Jalisco, contó con algunos seguidores en la parte norte del Estado de Querétaro, en poblados cercanos a la frontera con Guanajuato. De manera muy discreta, en Carrillo Puerto, apuntalada por el sinarquismo que influyó de manera importante en todas esas poblaciones aledañas, los cristeros sostuvieron una práctica religiosa muy profunda. Por eso las fiestas católicas, sin ser muy vistosas ni llamativas para extraños a esas poblaciones, eran el epicentro de la identificación de esa grey de raíces sinarquistas.
Las tres caídas, vistas ahora como curiosidad y performance para los visitantes e inmigrantes que ven con cierto resquemor prácticas religiosas, se van extinguiendo lenta e inexorablemente. Querétaro podrá parecer muy moderno y próspero, pero se va quedando sin alma.
Deja una respuesta