Luz Neón
Manuel Basaldúa Hernández
“Cómo México no hay dos” es la frase que se expresa para referirse a nuestra querida patria, aquella frase quizá menos popular que la mundialmente famosa “México lindo y querido” pero igual de impactante. El narcisismo, dicese una personalidad con un sentido exagerado y necesidad de admiración que se expresa con una tendencia de grandiosidad, y puede que una urgente demanda de reconocimiento, quizá venga desde las raíces culinarias de nuestro pueblo. Usted podrá constatarlo cuando vea los letreros en los puestos de comida invitándolo a degustar “ricas tortas” o “rico pozole”. El cocinero o chef popular adjetiva y advierte la calidad y buen gusto de la torta o el pozole. Ya ni se diga el “menudo”. En consecuencia, tenemos muchos récords Guinness; el tamal más grande del mundo, el taco de carnitas, la gordita, y un sinfín de otros alimentos.
En cuestión de tecnología, una frustración que tenemos desde hace décadas porque es muy pragmática y que tiene poco o nada de reconocimiento oficial, si nos atenemos a que ningún invento ha tenido registrada una patente -algunas sí, pero han sido pirateadas por las empresas transnacionales u otras firmas- pero el reconocimiento entre nosotros es el que vale. Y este se concreta cuando nos referimos al “ingenio mexicano”. Somos buenos para la improvisación y para solucionar con un alambre algún problema de una maquina compleja. (También se incluye obviar o encontrar como burlar una ley o reglamento inmediatamente se legisla o impone) Hay que recordar, por ejemplo, que un mexicano “invento” la televisión a colores, pero no tenemos el crédito adecuado.
Pero en obra pública y en infraestructura, así como en la función pública no nos quedamos atrás. Somos el país con el mejor sistema de transporte público con el “metro” de la CDMX, ningún otro lugar tiene un metro como el mexicano. (nos creemos esto siempre y cuando no viajemos al extranjero y conozcamos el transporte de algunas capitales del mundo). Tuvimos al “mejor presidente del mundo” en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, y en consecuencia tuvimos el mejor sistema de salud del mundo. Recientemente en la votación para elegir a jueces del Poder Judicial logramos ser “el país más democrático del mundo”.
Por eso no es de extrañar que en Querétaro el Proyecto El Batán nos ubique como el primer Estado de México y de América Latina que reusara el agua utilizada en el área metropolitana. De acuerdo a las autoridades locales estaremos a la altura de Israel, California y Singapur.
Octavio Paz a finales de la década de 1960 publicó en su libro Conjunciones y Disyunciones la siguiente referencia a la famosa obra de Armando Jiménez: Nueva picardía mexicana lo siguiente: “es un libro de imaginación; mejor dicho, es una colección de fantasías y delirios verbales de los mexicanos, un florilegio de sus picardías imaginarias”. Así, parece ser que el narcisismo nos lo hemos impuesto para engañarnos con un florilegio verbal, y escapar de la crítica, de la autocrítica, de la acción de las verdaderas necesidades que evitan lograr un desarrollo real. Ahora padecemos un florilegio del discurso oficial y su eco es el florilegio en las redes sociales.
Tremenda paradoja; nuestro narcisismo lo podremos superar cuando nos veamos a nosotros mismos, tal como somos y no como creemos que somos. Hablar sin superlativos ni deseos faraónicos haría viable la comunicación entre los ciudadanos.
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