Luz Neón
Manuel Basaldúa Hernández
Los estudios urbanos se nutren de métodos de observación sociológica o antropológica sobre los espacios que habita la sociedad. Estas observaciones tratan de ser lo más neutral y objetiva posible, dado el fenómeno que quienes administran las ciudades han sido convertidos gobernantes emanados de una elección y de un supuesto ejercicio democrático, es decir, los que administran la ciudad tienen procedencia de partidos con una determinada ideológica de ver, actuar y ejercer acciones que tienen impacto en la vida de todos los ciudadanos.
Dicho lo anterior, la realidad de estos tiempos requiere de una mirada actualizada de los estudios urbanos con una alusión directa sobre la postura política de quienes se eligen para gobernar la ciudad y el destino de sus habitantes. En este sentido, llama la atención la reciente carta de una integrante del movimiento de regeneración nacional (morena), que actúa como partido político, y que se encuentra en el poder de manera hegemónica en el país.
La ciudad es el receptáculo material donde quienes habitan buscan beneficios, formas de convivencia y conveniencia que les hagan llevadera la vida, y que permita además reproducir la cultura y una satisfacción de vida relativamente placentera. Además, la ciudad siempre representará el medio ambiente lleno de progreso y modernidad, como símbolo de avances en los logros del pensamiento avanzado de la sociedad. Con el tributo de todos, nadie se opondría a que no se escatimarán recursos humanos ni económicos para construir una ciudad que brinde buenos servicios a toda la comunidad, y que esta ciudad sea flamante e innovadora, con lo cual se demostrará el desarrollo y avance de nuestra sociedad.
Traigo a cuento todos estos conceptos porque la carta que envió la Presidente de México al Consejo Nacional de su movimiento puede tener repercusiones poco favorables en la vida urbana y social de quienes estén bajo el gobierno local determinado. En esencia y palabras más palabras menos, “los principios ético-políticos” de ese movimiento no auguran nada positivo a la ciudad, como concepto y como ente material. En esta carta el Consejo Nacional en pleno asume “garantizar la austeridad republicana” en un marco donde los militantes “deben conducirse con honestidad, humildad y sencillez. La parafernalia del poder es del pasado de corrupción y privilegios” (….) no caigamos en la frivolidad, en el consumismo y la ambición por el poder y el dinero”. Porque, además, sus militantes no deberán “viajar en aviones, o helicópteros privados, o tener como anhelo portar ropa de marca, o tratar mal a las personas, o andar con guardaespaldas y un sequito de camionetas para ir de un lado a otro, o comer en restaurantes caros” todo ello en un mundo donde los militantes deben percibir que “existe una derecha neofascista y voraz”.
Bajo este marco los gobernantes de las ciudades y entidades estatales estarán bajo el aura de la austeridad republicana, y este ejercicio ya lo sabemos. Tan solo baste recordar el periodo del Covid, donde se escatimaron recursos para las vacunas, como lo que sucede actualmente con el sarampión. Lo mismo ocurre con el manejo y cuidado del gusano barrenador que está afectando al campo mexicano debido a que faltan recursos para la vigilancia del trasiego de reses y el combate para estas larvas. El sistema de transporte colectivo metro que antes era un medio seguro y eficaz, ha dejado de tener mantenimiento adecuado debido a los recortes monetarios para esos fines, con fatales consecuencias y con repetidas fallas en sus vagones, vías de traslado, estaciones y demás instalaciones correspondientes. Estos y otros ejemplos pueden ser citados, pero aquí la referencia es breve como muestra de la aplicación de la austeridad republicana.
En el caso de Querétaro, todo proyecto de modernización de vialidades, de fomento económico y atracción de inversiones, y demás infraestructura urbana que se requiera para ser atractiva en esos campos económicos puede ser vista como suntuaria, frivolidad, gustos de la derecha fascista, así como los restaurantes caros y otras franquicias que generen puestos de trabajo pueden percibirse como comercios voraces, si se sigue la congruencia de la carta de principios ético-políticos, y que ningún gobernante emanado del movimiento debería de incluir en su programa de Gobierno. El plan de desarrollo estaría basado mas en programas sociales que en generar empleos y atracción de inversiones, debido a que no se debería de fomentar el odiado mundo neoliberal.
La ciudad y el mundo urbano, así como la sociedad en el mundo occidental bajo un marco de libertades y una esfera democrática debe recibir lo mejor en infraestructura, más allá de ideologías y credos políticos, para que exista la posibilidad de ejercer el libre criterio de los ciudadanos y lograr una buena calidad de vida. Estamos experimentando una etapa super ideologizada y sobre politizada que nos puede llevar a mediano plazo a un colapso en todos los niveles. La ciudadanía y ese movimiento tiene una peliaguda asignatura que resolver bajo esos principios ético-políticos.
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