Neon

Luz Neón

Manuel Basaldúa Hernández

 

La flora queretana ha sido trastocada por la urbanización intensiva de la zona de la metrópolis. ¿Cuáles han sido sus efectos? Uno de esos primeros efectos ha sido el desplazamiento de árboles endémicos y otras plantas que servían de alimento con sus deliciosos frutos. Otro efecto es que se causa el olvido y desconocimiento la flora local y sus frutos, más aún, su consumo y disfrute entre los habitantes locales.

Los garambullos se encontraban en los cactus que se ubicaban en los caminos a las escuelas, y en los parajes. Tanto para quienes habitaban en la orilla de la ciudad como

para los que vivían en el centro se les podía adquirir fácilmente tanto en los mercados, como en las esquinas o incluso con vendedores ambulantes que los portaban en canastas. Los garambullos son esos frutitos de color violeta que aparecían en las primeras lluvias del año.

También las pitayas eran frutos consumidos por todos, aunque con menos cantidades. Los “chilitos”, eran frutas insípidas pero muy buscadas por los niños, quizá gustaban más a medida que tenía más esfuerzo debido a que había que obtenerlas del centro de unas espinosas biznagas particulares.

El guamishe era para paladares más exquisitos, fruto muy dulce con toques ácidos también de una biznaga endémica. Las tunas tanto las rojas como las verdes eran de frecuente consumo. Uno de los alimentos algo peculiares, y también de temporada era el quiote que se vendía junto con el llamado mezcal. Ambos obtenidos de la planta del maguey, uno obtenido precisamente de ese tronco salido del centro de las pencas y que se horneaba para dar esa consistencia suave y dulce con una rica miel que se obtenía masticándolo.

El mezcal tenía que pasar por ese mismo proceso, pero era la parte más gruesa de la penca cuando se desprendía. También era muy popular el consumo del camote achicalado o el horneado. Este último se vendía sin cascara, en tanto que el otro si tenía cascara, pero se cubría con una miel de piloncillo.

La jicama de “agua” quizá era la más buscada por ser un alimento fresco, de fácil digestion y que ayudaba a la hidratación. Había personas dedicadas exclusivamente a vender las jícamas, que las entregaban por piezas enteras, con sus respectivas rebanadas para poder comerlas en trozos, con limón y sal, y al gusto del cliente con chile en polvo.

El consumo de estos frutos y legumbres era frecuente y muy socorrido principalmente entre los infantes y los jóvenes, aunque los adultos también gozaban de comerlos. La importancia de su consumo no solo radicaba en su compra muy económica, sino en un alimento saludable.

Es lamentable que los niños actuales consuman alimentos industrializados que provocan obesidad, e incluso que haya aparecido el índice de diabetes infantil, haciéndose grave los niveles de morbilidad por estas enfermedades. Provocando a su vez un enorme gasto de hospitalizaciones a cargo del estado.

La urbanización no solo ha contribuido a la desaparición de la flora endémica, sino de esos frutos ricos y saludables.

¿habrá posibilidad de rescatarlos?

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