UN AMBIENTE ENRARECIDO

EL LLANO EN LLAMAS

Sergio Romero Serrano 100222

 

Creo no exagerar si digo que el ambiente político del país se está enrareciendo por los excesos de algunos representantes de medios de comunicación, que obsesivamente buscan a toda costa bajar al gobierno federal en su extraordinaria popularidad, con tácticas espurias y porriles, que vimos en la práctica, en el siglo pasado; eso por un lado.

Por el otro, los asesinatos de periodistas independientes que han tocado intereses locales del crimen organizado que opera en regiones muy focalizadas del país y cuyos gobiernos estatales tienen una enorme responsabilidad histórica en su desarrollo y consolidación. Debo advertir que no creo en la libertad de expresión que se basa en la calumnia y la mentira sistemática y cotidiana.

No puedo aceptar que un medio de comunicación tenga como propósito fundamental el hacer dinero, disfrazándose de periodista y vender notas y reportajes al contentillo de quien las pagan, sabiendo que se falta a la verdad o que se dice a medias. No creo en los periodistas que no tienen congruencia entre sus trayectorias profesionales y su compromiso con la verdad política, la lógica y la razón, objetivo principal del periodismo.

No creo en los profesionales que no llaman pan al pan y al vino, vino, y disfrazan las cosas por intereses espurios y mezquinos. Afirmo que quien cuestiona públicamente, debe tener la obligación ética, política y jurídica de probar sus afirmaciones, con argumentos válidos, coherentes y honestos, y se apliquen sanciones a quien no cumpla con esto. Me siento especialmente agraviado cuando un comunicador utiliza un medio para faltar a la verdad y me induce deliberadamente a una falsa percepción de la realidad, a la equivocación o a la confusión, para obtener un beneficio para sí o para otros, porque está utilizando espacios de interés social y público.

Hay que reconocer que los periodistas asesinados, han sido precisamente los congruentes con su trabajo de informar con oportunidad y veracidad, comprometidos con sus principios y sus ideales. Ninguno de ellos, hasta donde sé, vivían en la opulencia económica. Creo que estamos viviendo un periodo donde nos hemos ido de un extremo al otro: del autoritarismo y la represión sistemática y cotidiana, a la autocomplacencia del abuso, la extralimitación y la inconsistencia, defendiendo más los derechos humanos de los que violentan las leyes, que de las víctimas que sufren las consecuencias de los hechos violatorios.

No podemos permitir que se exija el derecho a mentir y difamar públicamente, en aras de una libertad de expresión sin límites y sin consecuencias de ninguna índole. Entiendo que el estado debe ser garante de las libertades a manifestarse y publicar, en favor o en contra, pero también debe garantizar el derecho de los ciudadanos a ser informado con veracidad y con respeto.

Ante la calumnia y la difamación como estrategia política debe haber, necesariamente, un rechazo amplio y decidido de la población civil que no debe, no debemos resignarnos a las confrontaciones de lavadero. Necesitamos elevar el nivel de la discusión y exigir a los actores políticos de todos los niveles, de todas las tendencias y a todos sus promotores, a los medios de comunicación todos, formales o informales, directos o indirectos, a los militantes y simpatizantes, una mayor responsabilidad política en la confrontación de las ideas, para darle viabilidad política al país.

Creo que no debemos permitir que los periodistas realmente independientes, comprometidos con su trabajo informativo honesto y vital para el país, sean asesinados impunemente a lo largo y ancho del territorio nacional, por el crimen organizado y los políticos ligados a estos cárteles que han permitido su desarrollo y consolidación.

Contar con medios de comunicación y periodistas más profesionales, confiables, veraces y oportunos, contribuiría realmente a la construcción de un país más democrático, más justo y más libre.

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